miércoles, 13 de junio de 2012

Impunidad - cinco muestras y un botón

Uno. Allá por diciembre de 2008, la multinacional Siemens AG reconoció sus pecados a nivel mundial y admitió que pagó coimas en la Argentina (y otros 23 países), pero acá no pasó, ni pasa, naranja-fanta. Ni un funcionario procesado por la Justicia local.

Dos. Skanska también reconoció que derrapó, echó a patadas (pero con indemnización plus) a sus ejecutivos locales y arregló sus cuentas con la AFIP. Pero la Justicia local llegó a decretar la inexistencia del delito (es buenísima: el delincuente admite que delinquió y el juzgador le dice que no, que no es así, que no delinquió).

Tres. Un ex director del Banco Nación, Alfredo Aldaco, se arrepintió de haber participado en el negociado con IBM y durante seis años -el máximo de la pena posible para él- se autoimpuso una suerte de arresto domiciliario absoluto. No salió de la casa ni para eventos sociales, familiares o personales. Nada. Cero. Enjaulado. Pero ahora, cerca de 19 años después, la Justicia no arribó a una condena -ni contra él, ni contra ningún otro-, ni completó el decomiso de los fondos.

Cuatro. El valijero de las “Coimas en el Senado”, Mario Pontaquarto, detalló con precisión cómo se repartió la tarasca para aprobar la reforma laboral durante el gobierno de la Alianza, y acá estamos. Aún seguimos a la espera del juicio oral, 12 años después del estallido de aquel escándalo.

Cinco. Todo un pueblo cordobés voló por los aires para ocultar el tráfico de armas durante el gobierno de Carlos Menem. Pero la Justicia absolvió al ex Presidente, a Emir Yoma y otros 16 acusados. Poco faltó para que la Justicia concluyera que no, que no voló ningún pueblo por los aires.

Vistos los cinco ejemplos precedentes, ¿por qué el valijagate, el “caso Antonini”, iba a terminar distinto? (Y doy otro paso: ¿por qué suponer que el "caso Ciccone" terminará mejor?).


¿Pudo terminar mejor? Sí. ¿Pudo terminar peor? Si el escándalo no hubiera sido gigantesco, también. Más aún cuando los gobiernos de Estados Unidos y de Venezuela no colaboraron con la Justicia local -por sus pedidos sobre Guido Alejandro Antonini Wilson, y Diego y Daniel Uzcátegui, respectivamente-, que a su vez tampoco se mostró demasiado interesada por avanzar.

Así, gracias a una reforma de la ley antilavado que eliminó el agravante que llevaba al doble la penas para los funcionarios públicos (el agravante se les olvidó -nada deliberado, por supuesto- a los funcionarios y opositores que algún día podrían llegar a ser funcionarios se les escapó), el ex “señor de los peajes”, Claudio Uberti, quedó libre de culpa y cargo. No por falta de pruebas, sino por prescripción de la acción penal. Es decir, que se agotó el tiempo procesal para investigarlo.

Esto, que se veía venir (de hecho, en el diario lo anticipamos en abril de 2011, ver acá, y lo reiteré en enero de este año, ver acá), aún así resulta chocante. Más aún cuando coincide con ciertas fechas singulares. Porque así como el sobreseimiento del matrimonio Kirchner por presunto enriquecimiento ilícito quedó firme (por una inusual falta de apelación) el Día de los Santos Inocentes (28 de diciembre de 2009), la confirmación de la falta de mérito para Uberti llegó sobre el día de su cumpleaños (diciembre de 2008), y su sobreseimiento definitivo, para el Día del Periodista.

Cualquier coincidencia es, obvio, pura coincidencia.

pd: más datos sobre el fallo que benefició a Uberti, ver acá, acá y acá.

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