viernes, 11 de noviembre de 2011

¿Qué hace falta?

Y sí, el 54% de Cristina Fernández de Kirchner pega. Y asusta mucho. En especial en Comodoro Py, donde muchos (aunque no todos) fiscales, jueces y camaristas son grandes tiempistas. Acaso eso explique la última noticia salida de la Cámara Federal.

Ayer, los camaristas de la Sala I (Eduardo Freiler, Jorge Ballestero y Eduardo Farah) revocaron las procesamientos en la “causa Skanska” contra tres mosqueteros del ministro Julio de Vido: el secretario de Energía Daniel Cameron, el ex interventor del Enargas, Fulvio Madaro, y el ex titular de Nación Fideicomisos, Néstor Ulloa.

Más aún. Y peor aún. Anunciaron la "inexistencia de delito".

O sea, acá no pasó nada.

Los tres mosqueteros. Madaro, Ulloa y Camerón.

La investigación comenzó en 2005 por un supuesto pago de sobreprecios para la ampliación de gasoductos que hicieron Transportadora de Gas del Sur y Transportadora de Gas del Norte mediante un fideicomiso bajo el control del Enargas.

Ya en julio, De Vido, había reclamado el cierre de la causa y el sobreseimiento de los funcionarios, tras conocerse el resultado de un peritaje de expertos de la Universidad de Buenos Aires.

Pero el principio del fin comenzó mucho antes, cuando le sacaron la pesquisa al juez en lo Penal Económico, Javier López Biscayart, y quedó en manos del juez federal Norberto Oyarbide, quien luego saboteó la causa del mejor modo: simulando que avanzaba y hasta procesando a los funcionarios, pero de tal modo que la Cámara le enrostró “insalvables contradicciones”.

La pregunta de fondo, mientras tanto, es bastante simplona: ¿Qué hace falta para que la Justicia dicte una condena contra el poder?

Si no alcanza con que las armas se hayan contrabandeado para una condena en el “caso Armas”, si tampoco sirven las confesiones de los protagonistas –como en IBM-Banco Nación–, ni tampoco que hasta la empresa coimera así lo reconozca –Siemens, ¿les suena?, y en este mismo caso, la sueca Skanska, que reconoció el pago de "comisiones ilegales" por escrito (¡y hasta pagó luego impuestos a la AFIP!)–, la duda es patética.

¿Qué se necesita para que condenen?

Quizá la respuesta sea, como me comentó un juez hace un par de semanas, mientras que yo conversaba con un segundo juez en un pasillo, mientras esperaba que me atendiera un tercer juez: “Llegaste temprano, Hugo”. Miró su reloj y añadió: “Dos años temprano”.

pd1: más datos, acá, acá y acá.

pd2: y a la luz de estos últimos acontecimientos, releo mi post anterior y... qué mal que te veo, Mario Pontaquarto...

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