martes, 8 de septiembre de 2009

El adelanto en La Nación


Para quien no lo sepa, trabajo en el diario argentino LA NACIÓN. Entre enero de 2005 y febrero de 2009, fui su corresponsal en Estados Unidos.

Ése es el motivo por el cual cubrí desde allá (es decir, Washington, Miami, Key Biscayne, Fort Myers y otros lugares más) este caso, antes de retomarlo desde la Argentina.

El domingo 30 de agosto, el diario publicó el adelanto del libro.


O, más simple, abajo de estas líneas (con el copyright debido, obvio, al diario):


Los secretos de la valija


Un encuentro hasta ahora desconocido entre Julio de Vido y ejecutivos bolivarianos deja al descubierto acuerdos secretos entre ambos gobiernos para acallar las comprometedoras revelaciones de Guido Alejandro Antonini Wilson. La exhaustiva investigación del autor de esta nota, hoy reunida en un libro próximo a publicarse, logró desnudar la trama secreta del caso que sacudió el comienzo de Cristina Kirchner como Presidenta


Los festejos continuaban en Río Gallegos, allá lejos en la Patagonia, a 2600 kilómetros de la opositora Buenos Aires, el lunes 29 de octubre de 2007.
Cristina Fernández de Kirchner había ganado la elección nacional, la noche previa, y era la nueva presidenta electa del país. Pero lejos de sumarse a las celebraciones -o siquiera tomarse el día libre-, una mano diligente del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios levantó el teléfono en Buenos Aires y, en nombre de Julio de Vido, organizó y agendó esa misma mañana del lunes un encuentro con los directivos de la petrolera estatal venezolana, Pdvsa.
La reunión se concretó el 15 de noviembre, con De Vido como el "particular interesado" en concretarla. ¿Motivo? "Temas energéticos", apenas consigna el deficiente registro oficial que cotejó LA NACION, aunque al menos detalla quiénes ingresaron en el despacho del ministro. Fueron tres ejecutivos clave de Pdvsa: el presidente de su filial América, Nelson Martínez -quien también controlaba todas las filiales internacionales de la petrolera-, y los directores gerentes de la compañía, Sergio Tovar, en Argentina, y Ángel Morales Plasencia, en Uruguay.
Atrás parecía haber quedado el "caso Antonini", aquel escándalo que resquebrajó la fraternidad entre los gobiernos de la Argentina y Venezuela, producto de una valija con US$ 800.000 que nadie quería reconocer como propia. Aquel escándalo que también golpeó de entrada a la naciente gestión de Cristina Fernández de Kirchner como presidenta del peor modo posible: un fiscal y la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) señalaron desde Estados Unidos que el dinero de la maleta era para su campaña electoral.
Todo había comenzado el sábado 4 de agosto, cuando se produjo el decomiso en el Aeroparque Jorge Newbery de Buenos Aires. Pero el caso sólo irrumpió como tormenta mediática en la tarde del lunes 6, cuando se filtró a la prensa.
Hugo Chávez se encontraba en Buenos Aires, como parte de una gira que luego lo llevó por Uruguay y Bolivia. Él, los Kirchner y la plana mayor de ambos gobiernos salieron por todos los medios a despegarse de la incómoda maleta, deslizar acusaciones solapadas sobre el otro gobierno y, por sobretodo, centrar las culpas en un ignoto e inhallable empresario venezolano, Guido Alejandro Antonini Wilson.

El escándalo sólo conllevó la caída de dos funcionarios de rango medio. Uno fue el argentino Claudio Uberti, pasajero del mismo vuelo y "embajador" en las sombras de la Argentina en Caracas. El otro, el venezolano Diego Uzcátegui, el motor de Pdvsa, donde ocupaba cuatro gerencias simultáneas y padre, además, de otro pasajero del fatídico vuelo: Daniel Uzcátegui.
En las sombras, sin embargo, bolivarianos y kirchneristas buscaron contactar y acallar a Antonini. Procuraron convencerlo para que dijera que la valija era suya. Y tranquilizarlo con promesas de que nada ocurriría en la Justicia. Algo que pareció confirmarse con el paso de las semanas y, más aún, tras la victoria electoral de Cristina Fernández de Kirchner.
Aun así, los tres venezolanos que se reunieron con De Vido podían argüir que el decomiso de los US$ 790.550 en el Aeroparque los tocó de un modo u otro.
Martínez, sin ir más lejos, había reemplazado en su flamante cargo a Diego Uzcátegui. Pero también figura en una de las primeras grabaciones que obtuvo la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) -a la que accedió LA NACION- desde que Antonini comenzó a colaborar con los federales.
Tovar no se quedaba atrás de Martínez. Fue removido de su cargo en Buenos Aires poco después de esta reunión y devuelto a Brasil, donde antes había sido director de la petrolera.
De los tres, sin embargo, Morales fue el más afectado por el escándalo.
Se convirtió en el encargado de resolver la "pata jurídica" caso en Uruguay y la Argentina, según surge de grabaciones, documentos y fuentes que cotejó LA NACION, además de ser el enlace entre Buenos Aires, Pdvsa y la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip) venezolana.
El temario de la reunión con De Vido es centro de especulaciones. Ninguno de los diarios porteños publicó jamás una línea sobre ese encuentro, que nunca trascendió, o sobre posibles avances en la relación energética bilateral.
Antes y después de ese encuentro, sin embargo, los argentinos jugaron fuerte en Caracas.
Danielito Uzcátegui y Maryory Gutiérrez, la mano derecha de su padre, Diego, en Pdvsa, recibieron varios mensajes desde Buenos Aires. Para ellos y para Antonini.
La rubia secretaria de Uberti, Victoria Bereziuk, le dejó un mensaje grabado en el teléfono celular del muchacho. Quería saber cómo estaban y que por favor no le creyeran a la prensa argentina, que ella estaba solucionando los problemas.
-¡¿Solucionando qué?! ¡¿Solucionando qué?!- se indignó Antonini cuando Daniel Uzcátegui le transmitió el mensaje, según otro audio que registró el FBI y se mantiene clasificado pero que obtuvo LA NACION-. ¡Solucionando, my ass!
-Es una puta. Fue lo mismo... fue lo mismo que le escribió a... el mismo mensaje que le dejó a Maryory.
-Ella lo que quiere y to´ esos argentinos lo que quieren es echarme la culpa a mí y decir que eso era mío, pero...
-Qué bola -lo interrumpió Daniel. Y eso sin tener un coño de su madre que ver.
-Bueno, yo sé que yo no tengo nada que ver, Daniel. Tú lo sabes, bueno, todos los sabemos, pues.
-Todos.
Aunque elocuente, esa no fue la única grabación que se mantiene clasificada -y a la que accedió LA NACION- en que Daniel Uzcátegui reconoció que Antonini no tenía nada que ver con los US$ 800.000 decomisados en la Argentina. Tampoco es la única conversación en la que él y otros venezolanos detallaron sus vínculos con el poder argentino.
Los contactos del eje Buenos Aires-Caracas se profundizaron, de todos modos, tras la reunión del 15 de noviembre entre De Vido y los tres ejecutivos de Pdvsa por "asuntos energéticos".
Por una de esas extrañas coincidencias del destino, horas después de esa reunión en Buenos Aires, el abogado venezolano Moisés Maionica llamó desde Caracas a Antonini, que esperaba en -y grababa desde- los Estados Unidos. Los tiempos volvían a acelerarse. Por orden de la inteligencia venezolana, le informó que estaba por concretarse una reunión con una "altísima autoridad de allá abajo, aquí en Caracas". Estrategia montada
Tres días después, el 18, fue el propio jefe de la Disip, Henry Rangel Silva, quien llamó por segunda vez en doce días a Antonini. Le comunicó que Venezuela aceptaba todas sus pretensiones. Le enviarían el "recibo" con el cual podría disfrazar como propios los US$ 790.550 decomisados en Buenos Aires y le entregarían los US$ 2.000.000 que demandaba por su silencio. No sólo eso. También le informó que "ya la estrategia está montada", según lo grabó el FBI, por lo que él esperaba a "alguien que viene del sur" para discutir lo que estaban "cuadrando con el otro gobierno".
El plan consistía, le anticipó, en cerrar todo en una fecha intermedia, ni diciembre ni febrero, de común acuerdo entre Caracas y Buenos Aires. Los abogados de Antonini presentarían un escrito por primera vez ante la Justicia argentina en enero, época en que la élite política, judicial y periodística de la Argentina ingresa en el sopor estival y se marcha de vacaciones, por lo general, a Punta del Este. El empresario reconocería como propia la maleta, el juez de turno levantaría su pedido de captura y fin de la historia.
Con ese acuerdo preliminar entre manos, el lunes que siguió a su encuentro con De Vido, Morales volvió a caminar por las calles de Caracas. Para conversar con Rangel Silva, en la Disip, y con Diego Uzcátegui.
-Ángel le dijo que ellos ya estaban ocupándose de toda esa situación y que le va a pasar el reporte cuando suba pa´ la casa- le reportó su hijo, Daniel Uzcátegui, a Antonini, según otro audio clasificado del FBI al que accedió LA NACION. El gordo quería más información para él-.
-Coño, ¿y no te, no, no, no, no, no te dijo si se iba a reunir con la gente de la Disip?
-El me dijo "eh, es posi...", así me dijo: "Es posible, este... pero no te puedo contar por teléfono". Estaba así, todo misterioso, sabes cómo es él, pues.

Lo curioso fue que en las reuniones de Morales con Rangel Silva también participó esta vez un enviado de la Casa Rosada que se presentó como "viceministro de Asuntos Judiciales" -según recordó Maionica- junto a otro misterioso personaje de apellido "Lavalle".
Las versiones sobre quién podría ser ese "viceministro de Asuntos Judiciales", cargo inexistente en el organigrama de la administración pública argentina, son múltiples. ¿Ese viceministro se apellidaba Lavalle? ¿O eran dos personas distintas, en cualquier caso, identificadas muy vagamente?
Las sospechas pronto se centraron, sin que jamás pudieran corroborarse, sobre Rafael Follonier, un funcionario cuyo nombre ya había rondado este caso en la madrugada del lunes 6 de agosto, según reconstruyó LA NACION. Viceministro del Interior -y luego coordinador de Asuntos Técnicos de la Unidad Presidencial-, Follonier tejió vínculos estrechos con los presidentes más controvertidos de América del Sur: Hugo Chávez , Evo Morales y Rafael Correa.
Ajeno a todo eso, Maionica optó por volar a Estados Unidos para contarle a Antonini, cara a cara, los avances de la negociación. Se encontraron el 30 de noviembre, en el restaurante Bravo, de Fort Lauderdale. No sólo le explicó la movida bilateral, sino que llamó a Ángel Morales para informarle que estaba con Antonini, "el primo enfermo" que estaba "contento" de que él integrara su "junta médica". Que todos estaban "de acuerdo en el diagnóstico, de que muy pronto se va a sanar" y que sólo faltaba que siguiera la "receta", según el audio del FBI que lo registró todo.
Faltaban días, nada más, para que asumiera Cristina Kirchner como presidenta y se ordenaran los arrestos en Miami. Muy pronto, también, Antonini mutaría de ser el hombre quizá más mimado en las sombras por argentinos y venezolanos a ser "el prófugo", el "mequetrefe de alquiler", el protagonista de "operaciones basura", según el Gobierno argentino. Y, según Chávez, "el traidor".

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